

Las palabras de Pascuale ponen de relieve lo que en estas pampas sabemos todos, que los números asustan un poco más cada día que pasa, cada lluvia que no cae. En tanto, las consecuencias; a corto plazo ya se ven en las pizarras de la Bolsa, la soja disponible está en precios cercanos al del incentivo “dólar soja”; a mediano y largo plazo el panorama es muchísimo más oscuro, mortandad de animales, falta de pasturas, cadenas de pago rotas, contratistas, proveedores de insumos y servicios caminando por la cuerda floja.
En definitiva, nada bueno muestra el horizonte, aún comenzara a llover sobre la zona agrícola los cultivos no llegarían a una performance ni siquiera cercana a la normalidad.
El 2023 será, sin duda alguna, la oportunidad de que el estado y el sector financiero, que tan lindos stands tienen en las exposiciones para mostrarse cercanos y cariñosos con el “motor económico del país”, se pongan la 10 y salgan a bancar los trapos. Porque, realmente, el campo los va a necesitar.
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