

Todos los hombres que pensaron este país tenían la misma forja, “¡libertad, libertad, libertad!” grita fuerte, sin ambages, nuestro Himno Nacional, y estos personajes lo tenían claro, dejaron todo en pos de esa libertad.
Es imposible no remarcar que luego nosotros, los que vinimos después, mancillamos esos ideales de las maneras más diversas. Hicimos e hicimos hasta terminar en nuestros días de rodillas, y no solo ante en concierto de las naciones, si no también, ante la pobreza y el hambre de la mitad de nuestros connacionales.
A esta altura ya es harto conocido que Belgrano terminó sus días en la más lúgubre pobreza, pagando a su médico con su reloj, lo que todavía no podemos conocer, es que nos pasa como pueblo a la hora de elegir a nuestros gobernantes.
En año de elecciones, y en este contexto doloroso, el ejemplo belgraniano no puede ser más atinado, especialmente cuando en los meses venideros nos encontremos en el cuarto oscuro, frente a las boletas de quienes pretenden guiarnos hacia nuestro destino.
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