Le guste a quien le guste, la Semana de Mayo fue una serie de acontecimientos netamente porteños, y es que no podría ser de otra manera; ningún otro punto del Virreinato podía estar tan al día de las noticias de España y la avanzada napoleónica, tampoco había en el interior la masa crítica burguesa a quienes el monopolio colonial ahogara tanto (si, como en la revolución de los EEUU, la cuestión impositiva y comercial jugó un rol muy importante), y por último, sólo en la Ciudad del Buen Ayre se era consciente del poder militar logrado por las milicias locales, las que fueron suficientes para echar a las tropas inglesas en 1806 y, sobre todo, rechazarlas en 1807 cuando volvieron por miles a intentar terminar lo que no lograron el año anterior.
El interior sería, luego, protagonista en sostener la campaña militar que liberaría medio continente, cuyas acciones aún hoy son objeto de admiración y estudio en academias militares de todo el mundo.
A la chispa que hoy rememoramos, y festejamos, la transformaría en llama un sinnúmero de prohombres, que no dudaron en dejar fortuna, familia y vida en pos de la causa de la libertad.
Hombres que son recordados en todo el mundo, y que con su ejemplo marcan el camino, nos recuerdan que por peores días que hoy nos toquen vivir, estamos destinados a volver a nuestro origen, un pueblo grande, bondadoso y solidario en la paz, gallardo en la guerra, que tiene como destino inequívoco la grandeza.
Comentarios